sábado, 16 de noviembre de 2013
El Parque Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria, es un lugar histórico que puede ser presentado como propuesta de Bien de Interés Cultural dentro de ésta misma categoría. Centro de muchas festividades de la capital, el parque nació al abrigo del desarrollo portuario de la misma y creció de la mano de los propios ciudadanos, obreros y comerciantes del puerto, siendo hoy en día un lugar del que todos podemos disfrutar y que narra su propia historia.
En un principio, esa zona era usada como
almacén de agua en el puerto, en sus alrededores existía un jardín, que a causa
de la humedad que producía este almacenaje, ayudó al crecimiento de las
plantas. Pronto, con el auge que vivió el puerto de Las Palmas y tras la
construcción del Muelle de Santa Catalina, se fue desarrollando en la zona un
pequeño parque, conocido en un principio (y de manera popular) como el de Las
Flores, pero que en poco tiempo será renombrado como Parque Santa Catalina.
El nombre del parque vendría dado por la
construcción, de sucesivas ocasiones, de
una ermita dedicada a la santa, que finalmente se trasladaría a Ciudad
Jardín. El muelle, con su trajín de barcos y obreros, sería lo que daría vida a
este Parque. Allí comenzarían a reunirse empresarios para tomar algún
refrigerio en sus descansos, los trabajadores aprovecharían el confortable
parque rodeado de flores para almorzar con tranquilidad, y los comerciantes
empezarían a notar la rentabilidad que podría haber en el parque si instalan
allí sus negocios, además de casas consignatarias, carboneras para el
abastecimiento de los navíos, transportes y otros servicios, muchas de estas
compañías se instalaron en terrenos que pertenecían al Doctor Apolinario, en
los alrededores del Parque.
Como ejemplo de estos hechos podemos
encontrar dentro de este mismo lugar histórico, dos grandes edificios,
relacionados con el comercio portuario, que todo ciudadano de la capital de la
isla conoce, los de Elder y Miller, el primero, hoy Museo de la Ciencia y la
Tecnología, mientras que el segundo hoy en día es centro polivalente y sede del
Centro Coreográfico Trini Borrull.
Estas compañías extranjeras ayudaron a la
creación de zonas ajardinadas y lugares de tertulia que ellos mismos
disfrutarían, perteneciendo, en conjunto a la Junta de Obras del Puerto, que
posteriormente se lo donaría todo al Ayuntamiento de Las Palmas para el mejor
mantenimiento del parque, como Parque Municipal. Así pues, durante los momentos
de crisis y de guerras, el parque no disfrutó de los momentos de esplendor que
había vivido antaño, pero la propia recuperación del puerto tras estos
devenires ayudó también a que esta zona se convirtiera en un centro de
animación para la ciudad. Muchos músicos que procedían de buques escuelas,
rondallas y demás músicos, animarían las noches del parque en fiestas y
reuniones muy variadas, a la vez que el propio Parque crecía, con más comercios
y bares.
En la historia más reciente, en la memoria de
muchos, aún perdura un entrañable personaje que vivía en el Parque y que todos
conocían. Efectivamente me estoy refiriendo a Lolita Pluma, una señora que
vendía chucherías a los niños que jugaban en el Parque y que siempre estaba
rodeada de todos los gatos que pudieran haber por la zona. Llamaba la atención
de cualquiera por su curiosa, llamativa y colorida manera de vestir, al igual
que por un excesivo maquillaje, de labios “colorados”. Hoy en día, en el
Parque, podemos encontrar una escultura dedicada a esta persona, rodeada aún de
los felinos que siempre la acompañaban, además de una terraza que lleva su
nombre, y varias canciones que la recuerdan.
Cabe destacar también en el Parque, por ser
decididamente una de las puertas de entrada a la capital, especialmente por la
llegada de turistas extranjeros a través del puerto, la construcción de la Casa
del Turismo en 1945, obra de los hermanos funcionalistas Miguel y Néstor Martín
Fernández de la Torre, de paredes blancas y con una balconada, que destaca en
medio del propio parque, y que ha vuelto a retomar sus funciones de información
turística hace poco y que cuenta con una terraza para tomar algún tentempié.
Hoy en día, el Parque Santa Catalina sigue siendo
el centro de una vida urbana ligada al puerto, al comercio y los propios
ciudadanos. Es sede de los Carnavales de Las Palmas, acto de festejo que reúne
a casi todos los carnavaleros de la isla; es el lugar de tránsito para la
Cabalgata de los Reyes Magos, que cada año organiza, desde su fundación en
1951, la Casa de Galicia, trayendo ilusión cada año a los niños isleños; y
continúa siendo baluarte de la cultura, pues ahí se organizan fiestas variadas,
como en otros años el WOMAD, un festival donde varias culturas, gastronomías y
músicas se unen.
Así pues, considero la importancia de este
Parque por haber sido uno de los lugares que han vivido –y sobrevivido si cabe
–a tantos hechos históricos y su relación tan estrecha y cercana con el
ciudadano de a pie capitalino, con el crecimiento del puerto, el auge del
turismo y ser a puerta de entrada, muchas veces, a una unión cultural que aún
continúa.
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