Indagando en el pasado: los objetos cotidianos usados para contar la historia.

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Seríais capaces de imaginar cómo era la vida cotidiana de una persona a través de los objetos cotidianos que unos especialistas han rescatado del subsuelo? ¿Capaces de imaginar cómo podían influir en su vida diaria? Ese es el trabajo que los arqueólogos desempeñan, a diario, en todas y cada una de las excavaciones que se llevan a cabo en el mundo.

Pero muchos estaréis de acuerdo en que es algo que “más o menos” conocemos, pero eso sólo lo podríamos aplicar a los restos de un pasado bastante lejano. En el caso de restos más cercanos, como la propia basura, ¿seríais capaces?.

El Museo Canario está llevando a cabo una exposición, titulada “El Pasado Bajo Nuestros Pies” (http://www.elmuseocanario.com/index.php/es/exposicion-permanente/55-la-ceramica-aborigen-de-gran-canaria) el cual nos habla sobre cómo los objetos de los últimos 500 años de la vida de la ciudad de Las Palmas nos cuenta la historia de la misma y sus ciudadanos. Es el final de esta propia exposición la que inspira esta entrada, en la que se haya una urna con restos de basura, lo cual sería lo que en un futuro podrían encontrar los investigadores si quisieran estudiarnos a nosotros.


En el aula se nos ha presentado una serie de objetos, los cuales debemos usar para contar una historia cotidiana. En mi caso he elegido usar esos objetos para hablar de las mujeres capitalinas de clase “media” en Las Palmas de Gran Canaria. 

La vida de la mujer durante el franquismo, en especial en sus primeros años, era, como se suele decir, de “ver, oír y callar”, de amantísima madre y esposa que debía vivir solo para y por su familia. Como era común, debía su día a día estaba rodeado de los utensilios de cocina, que debían ser de algún material bastante resistente, puesto que en esos momentos no existían cocinas modernas, sino que los alimentos se elaboraban en hogares de madera y fuego, era común también el uso de comida enlatada, por lo menos a partir de los años 50 del siglo XX, que conseguían con las cartillas de racionamiento. Un ejemplo de todo esto sería esta sartén, plato y cubiertos:





Aunque a algunos les cueste creer que así era la mentalidad de la sociedad de la época, un gran parte de las mujeres preferían cuidar de los suyos, puesto que los graves sucesos que estaban viviendo tras la Guerra Civil, hacían que proteger a su familia fuera más que una prioridad. Se dieron muchas enfermedades, y era difícil conseguir medicación, mucha se conseguía a través del estraperlo. Es gracias a esta práctica de comercio “bajo cuerda”, que muchas mujeres pudieron conseguir penicilina y otras medicaciones para sus vástagos. En la siguiente imagen podemos ver un frasco típico que se vendían en las boticas de solución inyectable, alguna medicación, que normalmente las mujeres que no tenían demasiados recursos debían administrar ellas mismas a sus hijos.


Pero esto no era lo único que se podía conseguir a través de ese tráfico. Comida, tabaco, leche, medicaciones, perfumes, vajillas, telas, juguetes…casi todo era posible. He aquí algunos ejemplos, como un bote de perfume (que sabemos que es así por su forma y su boquilla pequeña, preparada para proporcionar pequeñas gotas, y la forma de rosca del tapón que debía llevar) y algunas vajillas de procedencia peninsular, especialmente de la zona andaluza.




Era común en estas casas tener algunos animales para el avituallamiento de la familia, tales como gallinas y cabras, lo cual perduró hasta la década de los años 60 del siglo XX, cuando comenzaron a prohibirse tener animales de granja en las zonas urbanas, por higiene y para prevenir ciertas enfermedades. Era común que la leche diaria de la familia saliera de estos cápridos, y de las crías, la carne para cenas familiares tales como la Navidad. Pero cuando se tuvieron que quitar de las casas estos animales, comenzó a fructificar  la venta ambulante de leche, de puerta en puerta. Puede parecer una ficción propia de las películas que hoy en día vemos en televisión, pero el hecho de que algún zagal fuera de casa en casas vendiendo el pan y la leche era lo más común. En estas imágenes vemos como ejemplos un hueso de cabra y una botella de leche, que ya promociona una conocida marca de leche en las Islas, tal como es la leche Sandra:



Por otro lado, lo más común era que la vestimenta de la familia fuera más bien reducida, con uno o dos vestidos al año, uno para diario y otro para misa. Los zapatos, los que más suerte podían tener, también tendrían dos pares, pero lo más común era un par. Las madres eran las encargadas de remendar y zurcir la ropa para que pudiera durar todo el año, y en el caso de conseguir comprar telas baratas, como por ejemplo por el ya nombrado estraperlo o algún momento de bonanza en su economía doméstica, eran ellas mismas las que realizaban las vestiduras, tanto para su marido e hijos, como para ellas mismas, además de encargarse de hacer las cortinas y colchas que vestían el propio hogar. Aquí encontramos el ejemplo de una hebilla, que probablemente fuera de un cinturón (que podría ser tanto de cuero como de tela), y unas tijeras de hoja larga y terminada en punta, que son las que aún se siguen usando para cortar la tela.



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